DESVISTIENDO SONIDOS 

 

 

 

 

Pretendo mostrar las miradas de la música a través de retratos e instantáneas de artistas callejeros en circunstancias y ciudades diferentes.  El viaje forma parte de la experiencia y la experiencia forma parte de la sensibilidad ante el instante decisivo digno de ser fotografiado. El propósito no es otro que el de intentar captar un momento único, lleno de vida y ruido. Colocar al músico y a su condición de paseante efímero y superviviente en la categoría de lo eterno.

 

 

 

                                                                                                                                             Mariachis en Sol, Madrid/ MARTA MOLEÓN

 

Brasaï decía que si la realidad no nos maravilla continuamente es porque el hábito la hace trivial a nuestros ojos. Si paseas por Madrid y de forma repentina te asalta violentamente una nota musical de Jalisco que suena a Chavela Vargas, huele a mar y sabe a tequila y eres capaz de pasar completamente por alto ante tal acontecimiento, puede que estés sufriendo uno de los síndromes de banalidad de los que habla el fotógrafo francés. Ningún elemento de la vida puede pasar inadvertido ante los ojos de una cámara porque nada es lo suficientemente insignificante como para que eso suceda. Captar la belleza oculta del ruido. En esta fotografía la composición de los elementos que la protagonizan parecen homogéneos a primera vista porque el conjunto de músicos está concentrado en una sola tarea. Cantar con la guitarra y tocar con la voz. La intención era captar el mundo interior de cada uno de ellos. El músico de la esquina canta celebrando la vida, quien sabe a quien lo dedica o por qué, el caso es que parece gozar del amor por la música como lo que realmente es: un perpetuo descubrimiento, una inmersión en las aguas de la realidad y una recreación constante. La mirada dramática de su compañero de la derecha parece empeñada en contradecir las ilusorias pretensiones del primero. Y la espalda del cuarto directamente recrea el sentir del mexicano. Quien no solo no se abre, sino que tampoco se derrama. La curiosidad que me permite maravillarme con este tipo de momentos vuelve a facilitarme el trabajo. Solo tengo que apretar. 

 

 



 


 

 


                                                                                                                                                                      Éxtasis del grupo "Gadura" en el pueblo de Cascais./ MARTA MOLEÓN 




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                 Saxofonista de la Calle Mayor, Madrid./ MARTA MOLEÓN

 

Cuando las céntricas calles de Madrid se pueblan de gente y nos encontramos en plena Semana Santa, la tarea de rastreo, búsqueda y hallazgo de ese músico que consiga pellizcarme el alma con descaro, se convierte en toda una aventura no apta para todos los públicos. Sin embargo, una vez  más me dejo llevar por los instintos y una vez más ahí está. Sumergido en una marea de tránsito y vidas cruzadas me encuentro con él por casualidad. No habla nada de español, pero eso no supone ningún inconveniente para que la comunicación entre nosotros tenga lugar. Él se comunica de otra forma. Se comunica con sus manos. Con su boca. Con sus dedos y con sus ojos. Se comunica con su piel y con las notas que emanan del saxo. Es una comunicación muy sencilla de llevar a cabo que consiste en dejarse ir. Al ser de noche, me coloco de una manera que me permite apoyar el objetivo en una de mis rodillas para evitar así el exceso de trepidación. La sonrisa previa que me dedica de forma gratuita antes de congelar su arte me lo pone tremendamente fácil, solo tengo que disparar. 

 

 

 

 

 

 






































                                                                                                                             Guitarrista del barrio de la Alfama, Lisboa./ MARTA MOLEÓN


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                        Músicos alternativos tocando en el empedrado de las calles de Cascais, Lisboa./ MARTA MOLEÓN

 

 

Fernando Pessoa amaba las calles de Lisboa. Amaba esas plazuelas solitarias, intercaladas entre calles de poco tránsito. Las denominaba como claros inútiles, como cosas que esperan entre tumultos distantes. Acariciar su empedrado es sinónimo de comprobar por ti mismo la veracidad de sus palabras. Y en vista de que la poesía refleja lo que el alma no tiene y la fotografía inmortaliza todo aquello que posee, disparo una vez más en busca de esa mirada cómplice que apruebe  el movimiento de mi dedo y otorgue sentido al instante mágico en donde el tiempo se detiene y la prisa se convierte en un recuerdo.


                                                                                                                               Violinista en el puente, Amsterdam./ MARTA MOLEÓN


"¡No existe otro país donde uno pueda gozar de una libertad tan completa, donde uno pueda dormir con tan pocas inquietudes!". Aunque estas declaraciones de Descartes fueran pronunciadas hace 4 siglos, si alguien las repite en la actualidad, el valor de su significado aumenta considerablemente. Por entonces, la calma y libertad de espíritu de la ciudad de Amsterdam parecían ser la misma. Hace apenas un par de días que regresé a Madrid. Regreso de un lugar único en Europa para quien quiera perderse con la tranquilidad del que no espera nada del mundo y al mismo tiempo lo espera todo. Los canales y las bicicletas son una constante que se repite en cada calle y en cada puente y sin embargo su sonido parece estar escondido. Cuando hice esta fotografía, sentí la misma ilusión infantil y absurda del niño que acaba de encontrar un tesoro. Solo que en vez de juguetes, en mi caso había encontrado a un nómada de la música. La luz no resultaba del todo propicia ya que el cielo estaba nublado y con poca predisposición a facilitarme el trabajo. Primero me quedé escuchándole un buen rato, después me acerqué de forma ansiosa a recompensar ridículamente (porque cualquier músico callejero merece el cielo) su talento y por último me coloqué a una distancia prudencial para congelar sus ojos.








                                                                                           Hombre tocando el clarinete en el Paseo de los Tristes, Granada./ MARTA MOLEÓN

 

A veces basta con pararse un rato a escuchar el sonido de la vida. La despreocupación y el reposo que forman parte de la cotidaniedad de nuestro tiempo nos otorgan un valioso presente para mirar despacio los detalles con los que nos topamos. Cuando hice esta fotografía, el hombre que vemos miraba sus dedos. Se aseguraba de que llevaran a cabo la tarea que su cerebro marcaba. Esa era su única preocupación. Tocar bien, emitir los sonidos correctos. Su gesto era de absoluta abstracción y su relajada postura corporal el reflejo de las acciones que se cocinan a fuego lento. El Paseo de los Tristes es uno de los rincones más transitados de Granada. En cambio, el corazón de este hombre no parecía mostrar un ápice de tristeza. Denotaba la perfección que precede al virtuoso. 

 

 

 

 

 

 

 


                                                                                                                 Artistas en el Mirador de San Nicolás, Granada. / MARTA MOLEÓN

 

Instantánea realizada hace un par de veranos, en uno de los rincones con más magia y veneno de Granada. El mirador de San Nicolás. Este lugar se encuentra en el epicentro del Sacromonte y resulta prácticamente imposible no encontrar reductos de arte gitano por cada paso que das. La luz me pareció perfecta porque incidía de forma exacta y medida sobre el rostro de los músicos. Primero escuché absorta el sonido de sus guitarras. Después disparé.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Comentarios: 1
  • #1

    Ángel (jueves, 12 marzo 2015 20:03)

    Enhorabuena por el genial diseño del blog y por la entrada Marta. Que maravilloso lugar tiene que ser Granada.